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La Constitución Nacional, en su artículo 87, establece: “El Poder Ejecutivo de la Nación será desempeñado por un ciudadano con el título de Presidente de la Nación Argentina”. Lo que indica claramente que el Poder Ejecutivo es UNIPERSONAL. Pero la realidad es otra.
Diario La Nación, 22/11/08, “Cristina me dice: “¡Qué vicepresidente me pusiste!” (Néstor Kirchner). Anteriormente el mismo diario publicaba que N. Kirchner le había ordenado al Banco Central (o sea a Martín Redrado) que…. Y el diario Clarín contaba que N. Kirchner no aceptaba cambios en el tema de las AFJP. Pero ¿quién es Néstor Kirchner?
¿Quién es Néstor Kirchner para poner vicepresidentes, ordenarle algo al Central y no permitir cambios en un proyecto de ley? N. K. es un ex presidente, con la particularidad de ser el marido de la Actual Presidente. Y preside el PJ, partido aliado, entre otros, al Frente para la Victoria, que es el partido que llevó a Cristina a la Rosada.
Ninguno de los títulos anteriores le da derechos para cogobernar. Menos, para gobernar, dejando que su mujer, la presidente electa sólo hable. ¡Y cómo habla! Dentro del país, fuera del país, habla, habla y habla. Cristina habla mientras inaugura mojones, estaciones de servicio y cabinas telefónicas. K toma las decisiones. Equivocadas.
Los K, el ex y la Actual, o el siempre presidente y Ella, forman una sociedad difícil de describir. Algo así como, “vote uno y se lleva dos”, o el argentinísimo y chanta “déme dos”, o el lamentable “dos por uno” que permitía que el reo detenido sin proceso, redujera su tiempo de condena al ser finalmente juzgado, a un año por cada dos que le adjudicaran ) ley nº 24.390, artículo 7).
Desde tiempos inmemoriales, ¡2.000 años antes de la construcción del templo de Salomón!, en Lagash, Samaria, apareció por primera vez el águila bicéfala, un símbolo de esplendor. El águila, un ave de presa diurna, de gran tamaño, especialmente el águila real (1m. de pico a cola y 2m. de envergadura), representó siempre el valor, la audacia y el genio. Es el único animal que puede mirar fijamente, sin pestañear, la luz del sol (la verdad).
Todas esas razones sumadas, hicieron del águila bicéfala el símbolo de los reyes persas, de las legiones romanas y un ave sagrada para los egipcios dedicada a Ra, dios del sol. Fue bandera de los ejércitos napoleónicos y finalmente emblema de los Hasburgo (Prusia/Alemania/imperio Austro Húngaro) y de los Romanoff (imperio Ruso).
La elección del águila bicéfala como símbolo significa que una cabeza mira hacia la derecha y la otra hacia la izquierda, para que la visión sea amplia. Una cabeza mira al pasado, para no volver a cometer errores, y la otra mira hacia el futuro, lugar elegido como meta. También simbolizan el poder y el honor, el progreso y el orden. Un magnífico símbolo.
Argentina ostenta hoy el raro y dudoso privilegio de tener un presidente con dos cabezas. Por una vez, los argentinos, más modestos que los europeos, en lugar de un águila, elegimos un ave autóctona, feúcha, ruidosa, gritona y peleadora. Un ave carroñera, de color marrón ceniciento, sin diferencia de tamaño entre el macho y la hembra, el polyborus, palabra griega que significa que come mucho.
Traduciendo al argentino básico, el criollísimo chimango, ave voraz que puede alimentarse de cualquier cosa en caso de necesidad y que a su vez, no es comestible. De ahí el famoso “no hay que gastar pólvora en chimangos” porque no vale la pena. Argentina está representada por un chimango bicéfalo.
Una cabeza mira hacia el pasado, especializándose en los 70, y la otra se detiene en el presente. Las dos les dicen que no al futuro. Una mira al campo con odio, y la otra mira a la industria, ahora con desconfianza. Una exige obediencia debida, mientras la otra grita traición ante cualquier disenso. Una cabeza se refugia en unos pocos pingüinos amigos, la otra cree que el resto, o sea todos los demás, son enemigos. Una cabeza mira hacia la caja y la otra también.
Tener dos presidentes en funciones al mismo tiempo, es anticonstitucional. Que la Presidente no gobierne y sólo hable mientras el ex presidente y siempre marido, gobierne, es anticonstitucional. Tan inconstitucional que amerita un juicio político. Ante el mundo exterior la presidencia bicéfala, es un papelón; entre nosotros, una desgracia. No hay explicación posible a este insólito suceso, que nosotros permitimos.
¡Y si por lo menos al país le fuera bien! Pero no, no nos va bien, nos va mal y promete ser peor. Hemos admitido lo inadmisible. Hemos permitido lo que no se debe ni se puede permitir.
Hay que esperar hasta octubre 2009 para revertir la situación haciéndole saber a la Presidente, a través del voto, que no le está permitido compartir el poder ejecutivo con nadie. Que debe aprender que los poderes de la República son tres (legislativo, ejecutivo y judicial), que son igualmente importantes, que son independientes y se controlan entre si.
¡Qué ambición! No más chimangos bicéfalos. ¡Volver a los valores, restaurar los poderes, respetar la Constitución, reconstruir la República! Para que esto sea posible y no una mera expresión de deseos, debemos empezar a trabajar YA. Y sólo de nosotros, depende.
maluki@fibertel.com.ar
ASI SOY YO
TITO, EXCELENTE ASADOR DE TRUCHAS
lunes, 24 de noviembre de 2008
lunes, 17 de noviembre de 2008
La guerra de los "egos" Malu Kikuchi
Opinión
-La guerra de los "egos"
Por Malú Kikuchi
El “ego” (YO en latín), se define como la falsa idea que uno tiene de si mismo. Por supuesto, una idea que mejora la realidad, ya que el “ego” siempre se cree mejor de lo que es.
Nuestros políticos gozan de un “ego” sobre alimentado, con expectativas desmesuradas que no se condicen con los hechos y no les permite acuerdos racionales, ni posibilidades de alternancia ciertas.
El casi insoluble problema argentino es que si los políticos de cualquier partido (dentro de las reglas de la república), no llegan a algún tipo de entendimiento entre ellos, los K se eternizan en el poder, ganando, aunque sea por poco, las elecciones por venir.
Los partidos son indispensables en una democracia sana y así lo establece la Constitución Nacional. Son las partes que representan las distintas maneras de pensar de los ciudadanos, partes que sumadas, hacen al todo que es la nación.
Hay veces, y esta es una de ellas, en que las partes deben acercarse para equilibrar un poder omnímodo. Argentina ya no es una república, la división de poderes es virtual, y sólo importa el ejecutivo. En el legislativo tienen la mayoría y el poder judicial es manejado desde el Consejo de la Magistratura. El gobierno se reduce a la voluntad de los dos presidentes: Ella y El.
Imaginar algo diferente, algún cambio positivo de parte del gobierno de los K, es una utopía inalcanzable. Ni hay respeto por las instituciones ni por el estado de derecho. Ya no importa lo que haga o deje de hacer el matrimonio K; las esperanzas y los reclamos deben centrarse en la oposición. ¿Pero qué es, quienes son la oposición?
La oposición, todo político que se opone a los K, además de trabajar como crítico del quehacer gubernamental, ¿qué propone para solucionar los infinitos problemas argentinos? Criticar es fácil, explicar cómo y de qué manera se puede construir una Argentina equitativa, previsible, decente, educada, sana, responsable y seria, es otra historia. Una historia que todavía no ha transitado la oposición.
Los partidos de la oposición, los tradicionales y los nuevos, por separado no llegan a ninguna parte. Más que partidos son fracciones y la Coalición Cívica como 2ª fuerza, sólo llega al 16% de los votos. Argumento irrebatible para sumar opositores.
Y acá empieza la guerra de los “egos”. En cuanto asoma la posibilidad de un conato de acuerdo entre dos o más partidos, algunos no son capaces de poner las necesidades del país por encima de los intereses personales o partidarios. Todos tienen un límite. Fulano no, porque… y Mengana no, porque… Pequeñeces imperdonables.
La política sigue siendo el arte de lo posible. Es imposible pretender estar de acuerdo en un todo con el otro; las diferencias deben acercarse, hay que trabajar a partir de las coincidencias. Insistir en las ideas comunes, ceder, transigir, consentir, acordar con el otro. Dejar de lado el “ego”.
Nadie es dueño de la verdad absoluta, y acercar posiciones no significa ser derrotado: es ganar consenso para alcanzar algo mayor, algo que trascienda lo partidario para bien del país.
Mientras algunos hacen grandes esfuerzos para acordar puntos básicos de entendimiento, otros, desde dentro de los mismos partidos que intentan el acercamiento, le dicen que no al acuerdo y pretenden imponer nombres, listas, supremacías. Argentina, mientras, sigue en manos de los K.
La imposición de ideas, nombres, listas y sistemas, es un activo imposible de disputarle al gobierno. Eso, que está muy mal, el gobierno lo hace muy bien; impone y se impone. Los opositores no deben intentar hacer lo mismo.
Los partidos de la oposición deberían saber que un “ego” enorme (¡váyase a saber por qué lo tienen enorme!) distrae la atención del objeto y la centra en el sujeto. Se dejan de discutir políticas y se pasa a discutir políticos. Además, un “ego” inflado, automáticamente descalifica al otro. Y así no hay consenso posible.
Mientras los “egos” disputan y discuten nimiedades, los K manejan al país como propiedad privada sin respetar la propiedad privada de los demás. La corrupción asombra hasta a los argentinos que ya no se asombran por nada. Los órganos de control son restringidos al máximo y pasan a ser sólo siglas inoperantes, todo por decisión de los K.
Argentina está virtualmente en default, una vez más. El 14/11/08, el riesgo país llegó a 1944 puntos. Kirchner gobierna, Cristina hace de Chirolita ilustrada. Argentina alberga 11.500.000 de pobres y soporta estadísticas oficiales mentirosas. En plena crisis, la propia más la internacional, no tiene crédito y el mundo la ningunea. Los K lo hicieron.
La oposición, en vez de acordar sobre puntos tan básicos como el preámbulo de la Constitución Nacional, discute el sexo de los ángeles e insiste en quien es más importante y quien merece más de algo que todavía no existe: un mínimo acuerdo programático.
En “La guerra de los Roses” (novela de Warren Adler llevada al cine por Danny de Vito 1989), los protagonistas mueren peleando por la casa que se disputan. Ojalá la guerra de los “egos” no termine con la muerte política de los partidos, que acá no se disputa una casa cualquiera; acá la puja es por la salvación de la casa de todos, la casa común que es Argentina.
P.D. Parafraseando a Marx (¡qué mal que estamos para citarlo!), “¡opositores argentinos, uníos!”.
-La guerra de los "egos"
Por Malú Kikuchi
El “ego” (YO en latín), se define como la falsa idea que uno tiene de si mismo. Por supuesto, una idea que mejora la realidad, ya que el “ego” siempre se cree mejor de lo que es.
Nuestros políticos gozan de un “ego” sobre alimentado, con expectativas desmesuradas que no se condicen con los hechos y no les permite acuerdos racionales, ni posibilidades de alternancia ciertas.
El casi insoluble problema argentino es que si los políticos de cualquier partido (dentro de las reglas de la república), no llegan a algún tipo de entendimiento entre ellos, los K se eternizan en el poder, ganando, aunque sea por poco, las elecciones por venir.
Los partidos son indispensables en una democracia sana y así lo establece la Constitución Nacional. Son las partes que representan las distintas maneras de pensar de los ciudadanos, partes que sumadas, hacen al todo que es la nación.
Hay veces, y esta es una de ellas, en que las partes deben acercarse para equilibrar un poder omnímodo. Argentina ya no es una república, la división de poderes es virtual, y sólo importa el ejecutivo. En el legislativo tienen la mayoría y el poder judicial es manejado desde el Consejo de la Magistratura. El gobierno se reduce a la voluntad de los dos presidentes: Ella y El.
Imaginar algo diferente, algún cambio positivo de parte del gobierno de los K, es una utopía inalcanzable. Ni hay respeto por las instituciones ni por el estado de derecho. Ya no importa lo que haga o deje de hacer el matrimonio K; las esperanzas y los reclamos deben centrarse en la oposición. ¿Pero qué es, quienes son la oposición?
La oposición, todo político que se opone a los K, además de trabajar como crítico del quehacer gubernamental, ¿qué propone para solucionar los infinitos problemas argentinos? Criticar es fácil, explicar cómo y de qué manera se puede construir una Argentina equitativa, previsible, decente, educada, sana, responsable y seria, es otra historia. Una historia que todavía no ha transitado la oposición.
Los partidos de la oposición, los tradicionales y los nuevos, por separado no llegan a ninguna parte. Más que partidos son fracciones y la Coalición Cívica como 2ª fuerza, sólo llega al 16% de los votos. Argumento irrebatible para sumar opositores.
Y acá empieza la guerra de los “egos”. En cuanto asoma la posibilidad de un conato de acuerdo entre dos o más partidos, algunos no son capaces de poner las necesidades del país por encima de los intereses personales o partidarios. Todos tienen un límite. Fulano no, porque… y Mengana no, porque… Pequeñeces imperdonables.
La política sigue siendo el arte de lo posible. Es imposible pretender estar de acuerdo en un todo con el otro; las diferencias deben acercarse, hay que trabajar a partir de las coincidencias. Insistir en las ideas comunes, ceder, transigir, consentir, acordar con el otro. Dejar de lado el “ego”.
Nadie es dueño de la verdad absoluta, y acercar posiciones no significa ser derrotado: es ganar consenso para alcanzar algo mayor, algo que trascienda lo partidario para bien del país.
Mientras algunos hacen grandes esfuerzos para acordar puntos básicos de entendimiento, otros, desde dentro de los mismos partidos que intentan el acercamiento, le dicen que no al acuerdo y pretenden imponer nombres, listas, supremacías. Argentina, mientras, sigue en manos de los K.
La imposición de ideas, nombres, listas y sistemas, es un activo imposible de disputarle al gobierno. Eso, que está muy mal, el gobierno lo hace muy bien; impone y se impone. Los opositores no deben intentar hacer lo mismo.
Los partidos de la oposición deberían saber que un “ego” enorme (¡váyase a saber por qué lo tienen enorme!) distrae la atención del objeto y la centra en el sujeto. Se dejan de discutir políticas y se pasa a discutir políticos. Además, un “ego” inflado, automáticamente descalifica al otro. Y así no hay consenso posible.
Mientras los “egos” disputan y discuten nimiedades, los K manejan al país como propiedad privada sin respetar la propiedad privada de los demás. La corrupción asombra hasta a los argentinos que ya no se asombran por nada. Los órganos de control son restringidos al máximo y pasan a ser sólo siglas inoperantes, todo por decisión de los K.
Argentina está virtualmente en default, una vez más. El 14/11/08, el riesgo país llegó a 1944 puntos. Kirchner gobierna, Cristina hace de Chirolita ilustrada. Argentina alberga 11.500.000 de pobres y soporta estadísticas oficiales mentirosas. En plena crisis, la propia más la internacional, no tiene crédito y el mundo la ningunea. Los K lo hicieron.
La oposición, en vez de acordar sobre puntos tan básicos como el preámbulo de la Constitución Nacional, discute el sexo de los ángeles e insiste en quien es más importante y quien merece más de algo que todavía no existe: un mínimo acuerdo programático.
En “La guerra de los Roses” (novela de Warren Adler llevada al cine por Danny de Vito 1989), los protagonistas mueren peleando por la casa que se disputan. Ojalá la guerra de los “egos” no termine con la muerte política de los partidos, que acá no se disputa una casa cualquiera; acá la puja es por la salvación de la casa de todos, la casa común que es Argentina.
P.D. Parafraseando a Marx (¡qué mal que estamos para citarlo!), “¡opositores argentinos, uníos!”.
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