Asociación de Psicología Social Madrid
En realidad la verdad no ofende, sino que hace que una persona se sienta vulnerable provocándole un gran malestar que, muy probablemente, desencadene una autodefensa irracional y muy dañina.
Cuando una persona descubre una debilidad de otra y se lo dice, le hace sentir vulnerable y la primera respuesta de ésta suele ser una rotunda negación (“¡eso no es cierto!”) a la que, casi siempre, sigue un ataque verbal (“¿y tu qué?”, “¡A ti no te importa mi vida!”, …) como modo de autodefensa. Además, el cerebro la defenderá olvidando con el paso del tiempo dicha debilidad con el fin de hacerle sentir más fuerte para que pueda sobrevivir con más facilidad que, por otra parte, es la más importante misión del cerebro.
Así pues, comprobamos una disonancia vital: ser conscientes de nuestras debilidades nos hace más débiles aún, si embargo la única manera de afrontarlas y eliminarlas es siendo primero conscientes de las mismas.
Las personas inteligentes, establecen pactos con sus personas de confianza que garantizan la no agresión en caso de que comunicar alguna “debilidad” una a la otra, así como poner en duda la relación personal durante esos momentos. En caso contrario, la relación se irá corrompiendo hasta su ruptura debido al daño interior que causa “callar la verdad” por temor a la reacción de la otra persona.
Sin embargo, diariamente una persona se relaciona con muchas otras con cuya confianza es escasa como para establecer pactos, así que si puede optar por decir la verdad aún cuando ésta no resulte agradable, sin embargo el precio social, y en ocasiones también económico, a pagar puede ser elevado. O bien, la otra opción es comportarse hipócritamente: como la verdad puede ofenderle y luego vengarse, en vez de comunicarla opta por callarse y decir aquello bonito que la otra persona desea oír.
La hipocresía sirve para mantener y ampliar la red social y, a su vez, ésta puede facilitar y mejorar nuestra supervivencia. Eso sí, como alguien sea consciente de esa conducta hipócrita el daño puede ser aún mucho mayor, es decir, una vez que se entra en la hipocresía difícilmente se puede salir de esta, hasta tal punto que llegará el momento que nuestro cerebro nos engañe y nos haga creer que no somos hipócritas, quitándonos así un peso de encima, el de sentirnos una persona hipócrita y falsa. ¡Tú decides que hacer!
En realidad la verdad no ofende, sino que hace que una persona se sienta vulnerable provocándole un gran malestar que, muy probablemente, desencadene una autodefensa irracional y muy dañina.
Cuando una persona descubre una debilidad de otra y se lo dice, le hace sentir vulnerable y la primera respuesta de ésta suele ser una rotunda negación (“¡eso no es cierto!”) a la que, casi siempre, sigue un ataque verbal (“¿y tu qué?”, “¡A ti no te importa mi vida!”, …) como modo de autodefensa. Además, el cerebro la defenderá olvidando con el paso del tiempo dicha debilidad con el fin de hacerle sentir más fuerte para que pueda sobrevivir con más facilidad que, por otra parte, es la más importante misión del cerebro.
Así pues, comprobamos una disonancia vital: ser conscientes de nuestras debilidades nos hace más débiles aún, si embargo la única manera de afrontarlas y eliminarlas es siendo primero conscientes de las mismas.
Las personas inteligentes, establecen pactos con sus personas de confianza que garantizan la no agresión en caso de que comunicar alguna “debilidad” una a la otra, así como poner en duda la relación personal durante esos momentos. En caso contrario, la relación se irá corrompiendo hasta su ruptura debido al daño interior que causa “callar la verdad” por temor a la reacción de la otra persona.
Sin embargo, diariamente una persona se relaciona con muchas otras con cuya confianza es escasa como para establecer pactos, así que si puede optar por decir la verdad aún cuando ésta no resulte agradable, sin embargo el precio social, y en ocasiones también económico, a pagar puede ser elevado. O bien, la otra opción es comportarse hipócritamente: como la verdad puede ofenderle y luego vengarse, en vez de comunicarla opta por callarse y decir aquello bonito que la otra persona desea oír.
La hipocresía sirve para mantener y ampliar la red social y, a su vez, ésta puede facilitar y mejorar nuestra supervivencia. Eso sí, como alguien sea consciente de esa conducta hipócrita el daño puede ser aún mucho mayor, es decir, una vez que se entra en la hipocresía difícilmente se puede salir de esta, hasta tal punto que llegará el momento que nuestro cerebro nos engañe y nos haga creer que no somos hipócritas, quitándonos así un peso de encima, el de sentirnos una persona hipócrita y falsa. ¡Tú decides que hacer!
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